jueves, 14 de diciembre de 2017

Cuando alguien te toca el corazón, quizás ya es demasiado tarde para querer darte la vuelta, y demasiado pronto para pensar en las consecuencias que eso te acarreará.

Cuando alguien te toca el corazón, te hunde en el más hondo agujero, pintado de rosa y purpurina, y te lleva a un bonito castillo.

Cuando alguien te toca el corazón, comienzas a permitir más que nunca, ves flores detrás de vuestros pasos, y un gran y nítido futuro delante de vosotros.

Hasta ahí todo bien;
el problema viene cuando,ese tipo de persona con nombre de huracán,
llega un día y te toca el corazón tan fuerte que lo rompe.

En mil pedazos.

Y ya no puedes salir de ese hondo y bonito agujero.

Y comienzan las frases de "Va a volver, estoy seguro","me quiere,lose" o "estamos destinados el uno al otro, el tiempo dirá".

Y no.

El tiempo no dice nada, porque callando aporta todo.

Silencio.

Ruinas.

Una bonita caracola para oir el mar y, una ventana enorme para ver la luz. Esa luz que destella, pero que no puedes tocar.

Barreras, de tu propio corazón.

Murallas, que el viento no puede derribar.

Y ahí, en ese jodido punto, solo te queda esperar a alguien, que reconstruya tu escalera, que te rompa la ventana, y que te lleve a ver el mar.

                    Sin rozarte apenas el corazón.

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